Esperando a Cristo – Sermón #40

Un sermón de George Müller de Bristol
El tema sugerido para consideración en la Conferencia de este día fue: “Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca” (Lucas 21:31; 1ª Corintios 15:24; Apocalipsis 11:15).
Permitidme leer una vez más la última estrofa del himno que acabamos de cantar:
“La novia no mira su vestido,
sino el rostro de su amado esposo;
No miraré a la gloria,
sino a mi Rey de gracia;
No a la corona que Él da,
sino a su mano traspasada:
El Cordero es toda la gloria
de la tierra de Emmanuel”
Esto trae ante nosotros el tema del apego personal al Señor Jesús. Y si se me permite pedir una cosa más que otra, es un apego profundo y personal a Jesús. Y si tuviera que expresar lo que más deseo en nombre de todos mis amados condiscípulos, es un apego profundo y personal a Jesús. ¡Oh! Si todos tuviéramos cien veces más de apego real, verdadero, profundo y personal a Jesús, cuán encantados deberíamos estar de escuchar acerca de nuestro bendito Señor, cuánto deberíamos anhelar verlo, cómo sería lo más importante en nuestros corazones decir: “Ven, Señor Jesús, ven pronto”. Amados en Cristo, que esa sea nuestra oración, que el Señor, en las riquezas de su gracia, nos traiga más habitualmente, más profundamente, más plenamente lo que este bendito hizo por nosotros, cuando se despojó a sí mismo y descendió a este mundo, y anduvo en forma de siervo, y trabajo, se afanó y sufrió, y finalmente derramó su sangre preciosa para la remisión de nuestros pecados. Porque cuanto más esté esto presente en nuestros corazones, más se llenará con un apego personal a ese bendito, y desearemos más estar con Él. Aquel bendito que ahora está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros y que recuerda todas las enfermedades y debilidades que se mezclan con nuestros intentos de hablar por Él, de cantar su alabanza y de escuchar lo que nuestros amados hermanos traen ante nosotros, no estará siempre a la diestra de Dios. Después de su ascensión al cielo, se hizo la promesa a los discípulos: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”. Ahora, por este bendito, tenemos que esperar. Él dijo antes de ascender: “Si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde estoy, allí también podáis estar”. Todos sabemos que Él fue al Padre; pero no estará satisfecho hasta que Él regrese para tomar su Iglesia consigo mismo, para que donde Él esté, ella también esté.
En cuanto al momento en que esto tendrá lugar, ¿qué podemos decir? Si intentamos decir que será el próximo mes, o el próximo año, no estaríamos en terreno bíblico; porque está escrito: “Del día y la hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo”. Recuerdo bien el error en que cayeron muchos, en el tiempo en que agradó a Dios primero revelarme la verdad en cuanto a la venida del Señor. En julio de 1829, como muchos recordarán, hubo guerra entre Rusia y el Imperio Otomano. Muchos amados hermanos cuyas mentes acababan de abrirse para esperar el regreso de su Señor, dijeron: “Ahora es el tiempo en que Israel será restaurado”, “verán”, dijeron, “en poco tiempo cómo todo este imperio turco será destruido”. Habiendo dirigido mi mente recientemente al tema del regreso de nuestro Señor, caí en el mismo error que muchos de mis hermanos mayores. ¿Cuál fue el resultado? Seis semanas más y se restableció la paz entre Rusia y el Imperio turco; han pasado cuarenta y un años y tres meses desde entonces, y el Imperio turco todavía existe, e Israel no ha sido restaurado. ¿Por qué me refiero a esto? No para indicar que no debemos mirar las circunstancias que nos rodean. Es la voluntad del Señor que lo hagamos y no cerremos los ojos a lo que sucede a nuestro alrededor. Pero esto lo digo afectuosamente, que no debemos apresurarnos demasiado en formarnos un juicio inmediato, que debido a que tal y tal evento ha ocurrido, por lo tanto, en tal y tal tiempo es seguro que el Señor Jesús regresará; no sea que, cuando haya pasado tal o cual tiempo, y después de todo nuestro adorable Señor no se haya manifestado, los incrédulos se vuelvan y digan: “El tiempo ha pasado, y el Señor Jesús, de cuyo regreso tanto habláis, no ha llegado; y después de todo, ¿hay alguna verdad acerca de su regreso?”. Cuidémonos de dar manotazos a los que hablan mal de la verdad; y no poner demasiado énfasis en ciertos eventos que pueden no ser los instrumentos de Dios para anunciar el regreso del Señor.
Lo que necesitamos es el estado correcto del corazón. Debemos buscar que nuestros corazones sean guardados prácticamente en tal estado, que a cualquier hora del día o de la noche deberíamos estar dispuestos a renunciar a todo; y cuando suene la última trompeta, decir: “Oh, mi bendito Jesús, durante muchos largos días y años he esperado tu regreso, y ahora estoy encantado de verte”. No debe haber planes nuestros con respecto a los cuales no nos gustaría ser interferidos por la venida de nuestro Señor. Si esto fuera así, sería una clara indicación de que preferimos nuestros planes a la persona de Jesús, que buscamos nuestro propio honor y gloria en lugar del honor y la gloria del Maestro. Por grande que sea nuestra obra, por múltiples que sean nuestras labores, a menos que podamos decir con todo nuestro corazón: “Señor, si tu nombre puede ser más magnificado por mi retirada instantánea de la obra, o por el hecho de que todo sea desmenuzado, que sea así”, – sería claro que preferimos nuestro propio honor y gloria a la de Jesús. En la medida en que buscamos nuestro propio honor y gloria en su obra, aunque solo en un grado pequeño, es la medida en que estamos incapacitados para ser sus instrumentos en la promoción de la gloria de su nombre. Debemos descender más profundo aún, si deseamos ser usados por Él. Debemos estar dispuestos a darle a Dios todo el honor y la gloria; y en la medida en que esto sea así, Dios se deleitará en llevarnos arriba. ¿Por qué? Porque estamos dispuestos a darle a Él todo el honor y la gloria. No puede compartirlo con la criatura; sería despectivo para la Deidad hacerlo. Pero si estamos dispuestos a darle a Dios todo el honor y la gloria; ¿qué hará Él? Seguramente Él tendrá el mayor deleite en honrarnos.
Además: Si tenemos nuestros planes, y por este motivo deseamos posponer el regreso del Señor, delata una falta de apego adecuado a Jesús. Si nuestros afectos están puestos en algo de aquí abajo, como los de la mujer de Lot que miró hacia atrás y se convirtió en estatua de sal, eso muestra que algo anda mal con nosotros. Nuestro bendito Señor se refirió a esto y advirtió a sus discípulos del peligro de ocupar demasiado sus corazones con las ocupaciones de esta vida: sus negocios, sus riquezas, sus granjas, sus plantaciones, sus familias o conexiones familiares, o la búsqueda de cualquier cosa relacionada con este mundo. No quiero decir que esté mal estar ocupado con los asuntos de esta vida. Lejos de esto. ¡Una oportunidad preciosa tiene el amado hermano en Cristo en esa profesión o en esa tienda para servir al Señor! ¡Preciosa oportunidad tiene el amado hermano que en aquella casa de contabilidad busca honrar al Señor! ¡Preciosa oportunidad tiene la sirvienta en la cocina para honrar al Señor! ¡Preciosa oportunidad tiene la madre que busca criar en el temor del Señor a seis, siete u ocho hijos! Es la voluntad del Señor que prestemos atención a estas cosas, y al mismo tiempo que estemos esperando su regreso. Y no obstante que su regreso es la esperanza de la Iglesia, es la voluntad del Señor que nos ocupemos en estas cosas. Él mismo dice: “Ocupaos hasta que yo venga”; por lo tanto, en cualquier posición en la vida en que estemos, debemos ocuparla hasta que Él venga. No debemos suponer, porque en relación con el regreso del Señor se habla de plantar y edificar, y casarse y darse en matrimonio, que por lo tanto estas cosas están mal. Lo que el Señor quiere decir es que los asuntos ordinarios de la vida continuarán hasta el día de su regreso. El sol saldrá como otra veces; y, cuando menos se espere, y cuando las cosas vayan tan bien como de costumbre, sonará la última trompeta y ese Bendito será manifestado. Debemos ocuparnos de las cosas de este mundo, pero con un espíritu recto, como hijos de Dios, como extranjeros y peregrinos sobre la tierra, como discípulos del Señor Jesús, como no del mundo, sino redimidos de él; recordando siempre el precio que costó: la entrega de su vida, el derramamiento de su sangre preciosa para la remisión de nuestros pecados. Mientras que el costo de comprarnos está presente en el corazón, decimos: “¡Aquí estoy, precioso Señor! Tú me has comprado. Ahora dime lo que quieres que haga, y lo haré”. El corazón debe estar siempre en este estado, a fin de que podamos estar dispuestos a trabajar gozosamente para Él hasta que regrese.
Ahora bien, como se desconoce por completo cuándo regresará ese bendito, no se debe decir: El Sr. Müller nos acaba de decir que hace cuarenta y un años y tres meses que comenzó a buscar el regreso del Señor Jesús, y estos cuarenta y un años y tres meses han pasado, y el Señor no ha venido, por lo tanto, no necesitamos buscarlo hasta dentro de otro siglo o medio siglo. ¡No! ¡Cuán pronto, cuán pronto, que ese Bendito sea revelado desde el cielo! Debemos vivir como hombres y mujeres que esperan el regreso de su Señor. Y si el Señor aún se demora un poco, ¡qué privilegio, si la vida continúa para nosotros, tener la oportunidad de vivir para el Señor, de trabajar para el Señor! ¡Y qué bendito privilegio poder vivir y trabajar para el Señor! Entonces, no debemos abatirnos porque el Señor aún no ha venido. Si Él viene, ¡cuán alegres estaremos! Pero si se demora, aquí estoy yo, dando testimonio por el Señor, y se me permite dar testimonio por Él todavía por otro día, otro mes u otro año, en este mundo que niega a Cristo, en este mundo malo que yace bajo el Maligno. ¡Qué hermoso! Levantarse por la mañana y decir: “Bendito Señor Jesús; la noche ha pasado; aún no has venido; otro día está delante de mí; ayúdame a ser tu testigo este día; ayúdame en palabra y espíritu, y aún así esperar tu regreso”. El día pasa y es posible que aún tengamos que retirarnos para descansar. Llega otro día, y con el mismo espíritu debemos ir día a día, cada uno en su ámbito particular haciendo algo por Él. ¿Debemos irnos a dormir si el Señor se demora y renunciar a la preciosa verdad de su regreso? ¡Lejos esté de nosotros! Aunque durante cuarenta y un años y tres meses he estado esperando el regreso del Señor, por su gracia no me canso de esperar su regreso, no he renunciado a la verdad; sino que mi alma dice con firmeza: Esta es la esperanza de la Iglesia; no la muerte, sino el regreso del Señor Jesús, y esperarlo del cielo, esperar la mañana de la resurrección; porque cuando morimos, solo individualmente somos conducidos a la presencia del Señor, y dejamos atrás a hermanos y hermanas – toda la Iglesia no está aún reunida. Además, ninguno de los santos tiene todavía sus cuerpos glorificados, que tendrán al regreso del Señor Jesús; por tanto, la plena redención, la redención del cuerpo, aún no se ha realizado. Debemos esperar esto para el regreso del Señor. Cuando nuestro bendito Señor dijo: “De esta manera oraréis”, hizo una petición: “Venga tu reino”, y quiso decir algo con ella. Tenemos que esperar el reino del cual hay frecuentes referencia en Daniel, el Apocalipsis, las epístolas y otras porciones de las Escrituras, donde se habla de las cosas gloriosas relacionadas con el regreso del Señor. Pero si Él demora su venida, una forma de glorificarlo es esperar pacientemente su regreso, y cada uno de nosotros debemos buscar ocupar nuestra esfera particular hasta que Él venga.
¿Estamos ocupados? ¿Estamos viviendo para el Señor? ¿Estamos trabajando para el Señor? ¿Es nuestro gran negocio en la vida vivir para Él? ¿Cuántos objetos hemos puesto ante nosotros, a causa de los cuales deseamos vivir en la tierra? Agradar a nuestro Dios y Padre, y tratar de imitar al bendito Señor Jesucristo, este es el único negocio de la vida, el único. El hombre de comercio que busca esto: ¡Dar honor a Cristo! ¡El que en una profesión, o en cualquier ocupación en la vida, busca vivir, trabajar, dar fruto para el Señor! ¿Es este el único negocio de la vida, amados en Crisrto? Preguntaos, ¿para qué estoy viviendo? ¿Estoy viviendo para el Señor? ¿Es mi único gran negocio en la vida ser fructífero, vivir para la alabanza de Aquel que nos compró con su sangre preciosa? Recuerda, estas manos y pies y oídos y ojos no son nuestros, pertenecen a Jesús. Él los compró. Nuestra lengua es suya, y nuestro cerebro es suyo; nuestro tiempo es suyo, todos nuestros talentos son suyos. ¿Y cuál será el resultado de esto? ¡Ay! Tendremos verdadera riqueza; tendremos verdadera alegría. No quiero decir con esto que tan pronto como consigas dinero lo tires por la ventana; o cuando Dios da un negocio, dejarlo todo a un lado y decir que no tienes nada que ver con el mundo. Al revés de esto. Debemos hacer todo para la honra y la gloria del Señor Jesús, “ya sea que comamos, bebamos o hagamos cualquier otra cosa”. Esta es la verdadera libertad, la verdadera alegría y verdadera felicidad. Y cuando venga Jesús, y seamos hallados en tal estado, cuán encantados estaremos de verlo; y ¡ay! qué alegría el corazón de nuestro bendito Maestro al encontrarnos en tal estado. Y entonces esto será para la eternidad. Nuestro breve tiempo aquí habrá pasado entonces, y habremos entrado en ese período que nunca llegará a su fin. ¡Qué bendición pasar mil años felices tras otros con Aquel precioso que dio su vida por nosotros! ¿No anhelamos verlo?
Y ahora, ¿estamos todos preparados para pasar una eternidad feliz con Jesús? Confío que diecinueve de veinte aquí presentes, si no cuarenta y nueve de cincuenta, son verdaderos discípulos de Jesús; pero no puedo dejar de sentir que tal vez hay algunos presentes que todavía son extraños para Él. ¡Ay! Dejadme deciros, queridos amigos que son extraños para Jesús, que el bendito Jesús está con los brazos abiertos listo para recibirlos. Reconoced ante Él que sois pobres miserables pecadores, pero confiad en su expiación para la salvación de vuestras almas, y todos vuestros pecados os serán perdonados.
Este sermón se trata de una traducción realizada por www.george-muller.es del documento original proporcionado por The George Muller Charitable Trust, fundación que sigue el trabajo comenzado por George Müller y que actualmente trabajan en Bristol, concretamente en Ashley Down Road, y que se dedica a promover la educación, el cristianismo evangélico y ayudar a los necesitados. Para más información, puedes visitar su web www.mullers.org